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Zona de Azar Uruguay – Luis Gama: “Con solo 50.000 Personas en 1819 se Vendieron 8.000 Billetes”

Uruguay.- 01 de Agosto de 2019 www.zonadeazar.com El 9 de julio de 1819, cuando faltaban seis años para la Declaratoria de la Independencia y otros cinco para que se jurara la primera Constitución, ocurrió un hecho inédito frente al Cabildo de Montevideo, en el que el azar se mezcló con la beneficencia: ese día se realizó el primer sorteo de la Lotería, un juego que se mantiene vigente hasta hoy.

Con el artiguismo herido de muerte y la Provincia Oriental dominada por los portugueses —liderados por Carlos Lecor—, la atención sanitaria de los niños huérfanos quedó librada al juego, cuando las autoridades de la época decidieron apostar a una opción lúdica para conseguir dinero.

En aquella Montevideo que, en palabras del historiador José Pedro Barrán, “gozaba de mala fama por el olor de los cuerpos apilados en huecos” y “por la carne putrefacta tirada en las calles por haber caído de los carros que la conducían a los expendios”, empezó a delinearse el destino de la Lotería uruguaya. Después de meses de preparación, y luego de que se vendieran los ocho mil billetes emitidos, se echó a rodar el bolillero.

Ese 9 de julio, la suerte benefició a los niños huérfanos de la guerra que esperaban en soledad en las camas del hospital. También premió a un ganador desconocido, no se sabe quién fue, ni a qué número apostó. Dos siglos después, lo único que se tiene claro es que esa persona se llevó un premio de 200 patacones.

“Estamos hablando del momento en que el ciclo artiguista estaba llegando a su fin, era una Banda Oriental muy destrozada por todo el proceso revolucionario. En diez años habían visto pasar varios ejércitos por el territorio, habían hecho su resistencia a los españoles y habían sido derrotados y expulsados de la ciudad. Estábamos bajo una ocupación portuguesa que fue muy ‘culta’ en comparación con el proceso revolucionario, representaba un Estado monárquico, puso orden, un reloj en la iglesia Matriz, el propio Hospital de Caridad fue arreglado y potenciado por ellos. Estábamos saliendo de un período terrible, no habíamos alcanzado la independencia, faltaba la segunda ronda de luchas revolucionarias que se inician en 1825 y terminan con una nueva Constitución. No éramos todavía un Estado, éramos una sociedad en ciernes”, explicó a galería la historiadora Ana Ribeiro.

NIÑOS EXPÓSITOS. El sorteo de la primera Lotería tenía como cometido colaborar con los niños expósitos del Hospital de Caridad. “Eran niños abandonados muy humildes, que estaban alojados allí y había que conseguir recursos para atenderlos. En esa época en el territorio había 50.000 personas y se vendieron 8.000 números, son muchísimos”, contó a galería Luis Gama, titular de la Dirección Nacional de Loterías y Quinielas (DNLQ).

En el libro Historia de la sensibilidad en el Uruguay, Barrán escribió que los europeos que llegaban en esa época a estas tierras se sorprendían por la cantidad de niños abandonados con los que se encontraban. En 1818 se creó un lugar para alojarlos; hasta ese momento quedaban en puertas de iglesias o en la entrada de casas de familias acomodadas. Fue entonces que las autoridades se dieron cuenta de que era necesario conseguir recursos para atenderlos, y así surgió la idea del sorteo, que repartió 750 patacones en premios. En un principio, la Lotería dependía de Salud Pública, luego pasó a Hacienda y después al Ministerio de Economía. La DNLQ se creó el 12 de julio de 1856.

VIGENCIA DE DOS SIGLOS. “Hoy la Lotería cumple con los mismos objetivos de hace 200 años”, dijo Gama. La ley establece que lo recaudado por el Gordo de Fin de Año y la Revancha de Reyes (los dos sorteos más abultados y que causan más expectativa) se reparta de la siguiente manera: 1% al Hospital Maciel, 1% al Pasteur, y 1% al Pereira Rossell, exclusivamente para la atención de pacientes hematooncológicos pediátricos.

Además, de las ventas anuales de billetes de loterías se benefician otras dependencias estatales, y por eso algunos de esos recursos se destinan a plazas deportivas o para financiar seguros de paro. El 60% de lo recaudado por venta de números se reparte en premios, y el 5% del monto que recibe el primer premio lo retiene el Estado.

La escena se repite en los primeros días de diciembre en casi todas las oficinas públicas y privadas: alguien comenta que hay que hacer un colectivo para participar del Gordo de Fin de Año y la enorme mayoría avala la idea. Es un ritual que tiene alcance nacional, y se repite en quioscos, peluquerías o grupos de amigos que miran ese sorteo como una opción para cumplir —al menos en parte— sueños económicos postergados.

Los compradores del Gordo de Fin de Año son zafrales, apuestan solo en esa fecha —en general en números colectivos— y algunos también lo hacen unas semanas después, en la Revancha de Reyes.

Hace algunos años, el Gordo de Fin de Año se convirtió en un espectáculo que se realiza fuera de la DNLQ, y se sortea en un espacio artístico (la Sala Zitarrosa, por ejemplo) con la actuación de grupos musicales. Atrás quedó la época en que la vieja sede de la calle Cerrito se llenaba de curiosos y periodistas para transmitir en vivo el mensaje del niño cantor.

“En el Gordo de Fin de Año se vende más del 90% de los 40.000 números que se emiten. Es un porcentaje altísimo”, explicó el director. El resto de los meses se imprimen 30.000 números y se vende entre 30% y 35%, bastante menos del 50% que se estima que debería ser.

En general, dijo Gama, el comprador de Lotería es alguien de edad avanzada, que sigue un número durante años; se distribuye en partes iguales entre hombres y mujeres, y entre Montevideo e interior. Hay familiares que siguen con el número una vez que el comprador fallece, pero de acuerdo con el jerarca, el público más joven busca juegos más inmediatos o el Cinco de Oro cuando el pozo está acumulado.

“El juego de Lotería es lo que llamamos juego frío, porque hay que esperar a una fecha. Hoy la gente quiere la velocidad de los juegos calientes. El juego de Lotería cae cuando aparecen otras modalidades de apuestas. Hay casinos, salas de tragamonedas, Quiniela dos veces por día, La Tómbola, Cinco de Oro, las apuestas deportivas”, explicó. Según Gama, el público joven apuesta en juegos online, para lo que ni siquiera necesita salir de su casa. “Eso es lo que tenemos que evitar, tenemos que velar por la salud de la gente, porque está el tema del juego compulsivo. Si el juego deja de ser un entretenimiento, tenemos un problema”, sentenció.

OBJETOS AÑOSOS. En Cerrito 220 está la sede de la DNLQ. Se llama Edificio de la Lotería de las Caridades. Es una obra de 1887 del arquitecto Juan Tosi, y tiene conservación patrimonial grado 4, la más alta. Oscuro, con mala iluminación, parece detenido en el tiempo, con ciertos aires decadentes. La mañana en que galería llegó hasta allí había muy poco movimiento: un vigilante extranjero recibía a los visitantes; una mujer de aspecto caribeño limpiaba la puerta de entrada, y otra pasaba un trapo por un bolillero de mediados de 1800.

Dentro de una enorme vitrina, con oscuros y pesados cortinados, descansan dos gigantescos bolilleros que se usaron entre 1886 y 1980. Frente a ellos, en el primer piso, hay un balcón que hoy está vacío, pero que antes era ocupado por las cabinas de radios de emisoras que transmitían en vivo el sorteo.

Las cosas cambiaron. Hoy esos bolilleros no se utilizan, y los cinco que sí están en uso se encuentran unos metros más adelante descansando bajo unas telas. Ahora, como el sorteo se realiza en distintos puntos del país, esos bolilleros viajan a diferentes departamentos.

Al fondo del edificio, en un espacio muy venido a menos, hay auténticas maravillas del pasado: una vieja máquina que imprimía billetes y extractos (que dejó de usarse hace mucho y está abandonada), cuadros añosos con documentos que esperan ser digitalizados recostados contra las paredes, e incontables carpetas apiladas en un espacio que se llama Archivo.

Daniel Martella, un funcionario del sector informático de la DNLQ, está realizando de a poco la digitalización de algunos de esos materiales, para que se conozca su valor histórico. El trabajo es lento y para nada sencillo. Hay billetes y documentos que tienen varias décadas y que no se guardaron de la manera más adecuada. Con un poco de suerte y mucha paciencia, tal vez entre tantos papeles se puedan encontrar hallazgos más viejos que el propio Uruguay.

La vida en 1819

“En 1816, la Provincia Oriental fue invadida por un poderoso ejército portugués que, después de cuatro años de duros combates, derrotó la resistencia de las fuerzas artiguistas y ocupó todo el territorio. Esta guerra se desarrolló paralelamente al enfrentamiento entre los caudillos federales del litoral con los gobiernos que se sucedieron en la capital porteña y que culminó en la llamada crisis del año XX, que marcó el colapso de la organización provincial trabajosamente construida en 1810, el triunfo transitorio del federalismo y una profunda división en el movimiento. Estos dos procesos, estrechamente vinculados, terminaron con la carrera política de José Artigas, que en 1820 se internó en Paraguay y desapareció de la vida pública. El territorio oriental ocupado pasó a formar parte del reino de Portugal”. Lincoln Maiztegui Casas, Orientales. Una historia política del Uruguay. Tomo 1(Editorial Planeta).

“El Uruguay de 1800 a 1860 no tenía casi puentes, ni un solo kilómetro de vías férreas, los ríos separaban las regiones en el invierno durante meses, las diligencias demoraban cuatro o cinco días en unir Montevideo con la no muy lejana Tacuarembó. La noche era invencible. Las velas alumbraban poco y el gas, recién instalado en 1856, iluminaba escasas cuadras de la capital desde su nauseabunda usina”. José Pedro Barrán, Historia de la sensibilidad en el Uruguay (Ediciones de la Banda Oriental).

”Las tropas del Imperio de Portugal invadieron el territorio de la Provincia Oriental en 1816 y con la aprobación entusiasta de buena parte del patriciado montevideano extendieron su dominación política primero lusitana y luego brasileña, hasta 1828. Si bien la Cisplatina sirvió de garantía contra la ‘anarquía’ del artiguismo, no colmó las expectativas de las clases altas, que pronto sacaron provecho de la crisis del Imperio portugués en América y orientaron sus líneas en favor de un cambio de la situación”. Gerardo Caetano y José Rilla, Historia contemporánea del Uruguay. De la Colonia al siglo XXI (Claeh y Editorial Fin de Siglo).

En el mismo edificio funcionaba la imprenta de Loterías, donde se imprimían billetes y extractos.
En el mismo edificio funcionaba la imprenta de Loterías, donde se imprimían billetes y extractos.

Niños cantores 

Los niños cantores que anuncian los premios de la Lotería son chicos del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU), que a partir de un acuerdo con la Dirección Nacional de Loterías y Quinielas participan de esa manera en una primera experiencia laboral durante 12 meses. Cada año ingresan una docena de jóvenes nuevos, que además cumplen tareas administrativas.

Daniel Martella es funcionario del sector de informática de la Dirección Nacional de Loterías y Quinielas, un lugar al que llegó siendo un escolar, cuando probó suerte como niño cantor. Era hijo de un empleado de esa repartición estatal y en ese momento los descendientes tenían posibilidad de acceder a esa tarea. “Tenía 12 años y fui niño cantor hasta los 18. Era un contrato muy particular que se hacía con el Estado, porque eras menor”, recordó Martella, que cuando cumplió la mayoría de edad optó por seguir perteneciendo a la Dirección.

En sus años de niño cantor, él y sus compañeros tenían que cargar a mano varios cajones de bolillas en los respectivos bolilleros: en uno colocaban las bolillas que indicaban la posición de cada cifra, y en el otro los números completos. En aquella época, los números de lotería tenían una bolilla cada uno, entonces había 16.000 bolillas.

“Para ser niño cantor tenías que hacer una prueba de canto que era bastante compleja. Un niño te pasaba el premio, otro sacaba la bolilla y me la pasaban a mí. Tenías que ir leyendo el número al revés, porque tenías que mostrárselo al escribano mientras lo leías”, contó Martella. Durante esos años vio en muchas ocasiones que se cometieron errores; “en esos casos se decía rectifico y se cantaba de nuevo”. Fuente: www.busqueda.com.uy

Editó: @_fonta   www.zonadeazar.com

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